Fatiga
Perfil de la paciente:
- Adriana, 26 años
- Soltera
- Profesional
Si echo la vista atrás, me doy cuenta de que llevo mucho tiempo sin sentirme bien. Cuando estaba en la universidad, mis amigos estudiaban durante el día, practicaban deporte y después salían por la noche, repitiendo esa rutina a diario. Yo nunca podía seguir el ritmo. Si salía por la noche tenía que esforzarme mucho más en las clases, por lo que ponía excusas y solo quedaba con mis amigos los fines de semana, cuando podía descansar antes de salir. Tampoco tenía energía para practicar deporte. Lo achaqué a que era un poco más lenta que los demás y a que necesitaba más tiempo para estudiar.
Después me fui de casa y empecé a trabajar. Quería socializarme y hacer nuevos amigos, y ya no me servía usar siempre la frase «estoy cansada» como excusa para no quedar con nadie. Al final me encontraba bastante aislada, ya que durante el día no podía hablar porque debía centrarme para hacer mi trabajo y a la salida no tenía energía para ir a tomar algo con mis compañeros. Algunos de ellos tenían hijos, pero aún así se las arreglaban para organizarse. Me preocupé al dudar de si sería capaz de lidiar con niños, ya que siempre me encontraba agotada. Me entristecía pensar en el futuro. La vida transcurría y yo solo era capaz de trabajar sin disfrutarla.
Finalmente, una amiga me sugirió que acudiese a mi médico, ya que no era normal que me encontrase tan cansada todo el tiempo. Lo fui posponiendo ya que, después de todo, ¿qué podría hacer él con mi cansancio?. Cuando acudí a la consulta, el doctor se lo tomó muy seriamente. Mencioné que me sentía deprimida, cansada y mareada. Tras un par de preguntas más, el médico sugirió que la fatiga que sufría podía deberse a que no contaba con suficiente hierro. Me hicieron un análisis y los resultados mostraron que estaba en lo cierto. Ya hace un tiempo que sigo un tratamiento y no puedo creer lo bien que me siento. Soy más optimista en cuanto al futuro y ya me veo teniendo niños algún día.